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viernes, 15 de marzo de 2019

Cuentos Chinos



Hola, somos Paula y Amanda y hemos decidido poner unos cuentos chinos para entreteneros con un ratito de lectura.

El asno de Kuichó es un cuento chino. Una leyenda que enseña a los niños que no es convienente mostrar todas nuestras debilidades a los demás, sobre todo cuando no vienen como amigos.


Nunca se había visto un asno en Kuichú, hasta el día en que un excéntrico, ávido de novedades, se hizo llevar uno por barco. Pero como no supo en qué utilizarlo, lo soltó en las montañas. Un tigre, al ver a tan extraña criatura, lo tomó por una divinidad. Lo observó escondido en el bosque, hasta que se aventuró a abandonar la selva, manteniendo siempre una prudente distancia. Un día el asno rebuznó largamente y el tigre echó a correr con miedo. Pero se volvió y pensó que, pese a todo, esa divinidad no debía de ser tan terrible. Ya acostumbrado al rebuzno del asno, se le fue acercando, pero sin arriesgarse más de la cuenta. Cuándo ya le tomó confianza, comenzó a tomarse algunas libertades, rozándolo, dándole algún empujón, molestándolo a cada momento, hasta que el asno, furioso, le propinó una patada. 'Así que es esto lo que sabe hacer', se dijo el tigre. Y saltando sobre el asno lo devoró. ¡Pobre asno! Parecía poderoso por su tamaño, y temible por sus rebuznos. Si no hubiese mostrado todo su talento con la coz, el tigre feroz nunca se hubiera atrevido a atacarlo. Pero con su patada el asno firmó su sentencia de muerte.


El segundo cuento, El niño que encontró la luz, es una historia china muy popular que enseña que con mucha voluntad propia todos podemos lograr alcanzar nuestros sueños. 

Hace mucho tiempo, vivía el joven Kang en su aldea, una más de las cientos que componían el país. Su familia era muy pobre, como todos en la aldea. No tenían luz, por ello cuando se ponía el sol tenían que acostarse todos. Eso era un gran problema para el joven Kang, pues tras estudiar en la escuela tenía que trabajar todo el día en el campo con sus padres. No le quedaban horas de luz para estudiar. Cuando los exámenes se acercaron, Kang se desesperó porque sabía que sin estudiar no aprobaría. ¿Qué podía hacer? Un atardecer, tras una intensa jornada de trabajo, vio como la nieve reflejaba una tenue claridad que perduraba toda la noche. De ello se aprovechó, y noche tras noche, estudiaba en el suelo, fuera de la casa, aprovechando el débil resplandor de la nieve. Pero, cuando ya había conseguido un método para poder leer, llegó la primavera y se derritió toda la nieve. Fue trágico para Kang. Entonces, se fue a pasear por el bosque y observó las titilantes luces de las luciérnagas. Eran hermosas, pero daban una luz muy débil. Entonces, Kang cogió un puñado de estos pequeños animalitos y se sirvió de sus luces para continuar sus estudios hasta muy entrada la noche. Así, pasó años y años, hasta que llegó a la Universidad y se convirtió en un eminente erudito. Gracias a él, toda su aldea prosperó y conoció el bienestar. Aunque las dificultades en la vida de Kang eran muy grandes, su fuerza de voluntad y coraje le dieron alas para poder cambiar su pueblo en un lugar mucho mejor.


Amanda y Paula