Leonardo da Vinci compartía junto con otras mentes aventureras de su tiempo y de todos los tiempos el sueño de volar; superando ya la treintena, se embarca en lo que sería su proyecto más fantástico e infantil (por ilusionante e irreal): LA MÁQUINA DE VOLAR.
Las máquinas voladoras partieron del estudio del vuelo de los pájaros, de la anatomía del ala y de la disposición de las plumas en distintas aves. Con ello hizo un boceto detallado de un ornitóptero propulsado por el hombre, que debía batir las alas a imagen y semejanza de las aves. Su nombre era EL HOMBRRE PÁJARO.
Pero pronto comprobó que la musculatura y complexión humana no era suficientemente poderosa para generar la energía necesaria para mantener el movimiento de las alas y sostenerse en el aire, comprendió que eran necesarios mecanismos para propulsar sus creaciones.
Leonardo mantuvo durante toda su vida la fascinación por el vuelo y se esforzó meticulosamente, aunque sin resultados comprobables. Diseñó, al menos sobre el papel, distintas máquinas voladoras, entre ellas artilugios similares a un helicóptero, un ala delta, un paracaídas o el utópico ornitóptero (un armazón imitando el diseño de las aves, que el individuo debía maniobrar batiendo las alas).
Algunos de los diseños volaron con éxito, otros no.
LARA Y JORGE